Este domingo 7 de febrero se han de realizar elecciones nacionales en Costa Rica, en las que los ciudadanos costarricenses con derecho al voto escogerán al nuevo Presidente de la República que sustituirá a Oscar Arias Sánchez.
Las elecciones en Costa Rica tienen importancia noticiosa en Nicaragua, por la vecindad fronteriza que ha determinado una intensa relación histórica de aproximaciones y desencuentros, así como por la gran cantidad de nicaragüenses que residen de manera permanente o temporal en ese país y desempeñan allí un rol de mucha importancia económica y social, por lo cual son motivo del interés de los candidatos y sus problemas forman parte de las propuestas electorales.
Pero lo más importante y llamativo es el enorme contraste que hay entre las elecciones de Costa Rica y las de Nicaragua. Ciertamente, mientras que las elecciones de Costa Rica son siempre envidiables y admirables, en cambio las que se realizan en Nicaragua han sido en el pasado y han vuelto a ser ahora, bajo el nuevo gobierno de Daniel Ortega, un vergonzoso ejemplo a nivel internacional.
De manera que entre las informaciones que llegan de Costa Rica sobre las elecciones de este domingo 7 de febrero, no hay ninguna noticia relacionada con amenazas o temores de fraude, ni referente a magistrados o jueces electorales mañosos y corruptos, ni hablan de turbas oficialistas que salen armadas a la calle a impedir manifestaciones de la oposición y vapulear a opositores, etc.
Es que en Costa Rica, desde la revolución de 1948 las elecciones son una fiesta cívica del pueblo costarricense, mientras que en Nicaragua han sido fraudulentas, violentas y traumáticas, salvo en el breve período de gobiernos democráticos entre abril de 1990 y enero de 2007. Lo cual se debe a que la revolución de 1948 en Costa Rica fue verdaderamente democrática, no un movimiento armado de aventureros para sustituir en el poder a una dictadura con otra igual o peor, como ocurrió en Nicaragua en 1979 y está ocurriendo otra vez, desde que Daniel Ortega recuperó el poder para su particular provecho pero para desgracia interna y vergüenza internacional de Nicaragua
Por supuesto que los políticos de Costa Rica tampoco son ángeles. Ellos cometen errores y algunos incluso actos de corrupción, pero la justicia los castiga de acuerdo con la ley y con las normas de la ética de la administración pública, como ha sucedido recientemente con los ex presidentes Rafael Calderón Fournier y Miguel Angel Rodríguez. Pero ningún gobernante acusa infundadamente a un político opositor y mucho menos que utilice el Poder Judicial como garrote de chantaje político, de revanchismo personal y represión gubernamental para ajustar cuentas ni limpiarse el camino de rivales de primera importancia, como lo está haciendo actualmente en Nicaragua el régimen autoritario de Daniel Ortega.
Además, en la elección presidencial de este domingo en Costa Rica está asegurada la alternancia personal en el poder, y si los ciudadanos así lo decidieran con sus votos, también habría otro partido en el gobierno. En efecto, según la última encuesta que realizó la empresa Unimer por encargo del diario La Nación, la candidata del social demócrata Partido Liberación Nacional que está en el poder, Laura Chinchilla, llega a la elección presidencial de mañana con un 41.9 por ciento de porcentaje de votos. Por lo tanto, es muy probable que la candidata oficialista gane en primera vuelta, pues de acuerdo con la Constitución de Costa Rica se necesita al menos el 40 por ciento de los sufragios, y si ningún candidato lo consigue, los dos más votados deben ir a una segunda ronda electoral.
En segundo lugar llega Otto Guevara, candidato del partido de centro derecha Movimiento Libertario, con el 22.9 por ciento de intención de voto; y en tercer lugar el candidato del izquierdista Partido de Acción Ciudadana (PAC), Ottón Solís, quien en la elección anterior quedó en segundo lugar y fue vencido por escasos votos por Oscar Arias.
Pero la izquierda de Costa Rica no tiene nada que ver con el izquierdismo salvaje de Daniel Ortega en Nicaragua, de manera que si fuese el caso de que el PAC y Ottón Solís se pudieran alzar con la victoria electoral, eso no causaría ningún temor de represión, de que se impondría un régimen autoritario ni de que el nuevo Presidente haría hasta lo peor para quedarse para siempre en el poder. Por eso decimos que son envidiables las elecciones en Costa Rica.
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